Todo esto marchaba bastante bien hasta dos años después... Rosa Esperandia salió embarazada de mi hermano Marlon, el cambio fue total parecía una leona en celo, todo le molestaba y encargo un mandador ( un palo sano con dos tiras de cuero en la punta) con el que empezó a maltratarme por cosas fútiles como si me quebrara un huevo en la recolección, si tardaba más de lo debido en la bodega, ya que ella escupía en el piso y yo debía conseguir y llevar el mandado antes que la saliva se secara, la verdad es que comenzó otra etapa de castigos y torturas, a eso se unió el maltrato de mi padre que cuando llegaba ella le contaba todas las cosas pero siempre exagerando en su decir y no importaba la hora que fuera, mi padre me agarraba a golpes (no literalmente) sino a golpes de verdad, si estaba dormido no le importaba, si estaba comiendo era igual, muchas veces dejaba mi cara tan morada que no podía acudir a la escuela por varios días, yo me preguntaba el porqué de aquel cambio tan brusco si hacia todo lo que tenía asignado tratando de hacerlo de la manera más eficiente posible, el comportamiento de Esperandia con su embarazo se tornó nocivo, hasta los empleados de la casa  renunciaron pues maltrataba a todo el mundo con sus gritos e exigencias, contrataron a una sola persona para los quehaceres de la casa y esa misma persona se encargaría de cuidar al niño cuando naciese, cuando nació mi hermano su comportamiento empeoro, ahora si estaba como una tigra parida y aunque la Sra. que cuidaba al niño lo hacía de manera eficiente para ella nada era suficiente y siempre exigía más, al año salió embarazada de nuevo y ya eran dos , Marlon y Joffre, y los castigos también se redoblaron, eso me hizo cambiar completamente, con diez años de edad me convertí en el niño problema de la escuela donde peleaba todos los días sin respetar tamaño, les caía a piedras a quien me llamara la atención,  puyaba con los lápices a los demás niños, en el recreo les quitaba sus meriendas y si estaban jugando les botaba las metras y los trompos, cuando iba al rio hay cambiaba todo, era como algo mágico que me apartaba de esa malvada vida que llevaba, entonces me quedaba en sus riberas hasta muy entrada la tarde lo que me ocasionaba palizas pero no me importaba, me pegaban y yo le pegaba a cualquier niño o niña que encontrara en mi camino.

Esperandia tenía una hermana monja de nombre Magdalena, ella era un amor conmigo, me llevaba regalos todos los diciembre y en mi cumpleaños pero mi madrastra me los guardaba en el escaparate y no me dejaba jugar con nada, aprendí a abrir aquel escaparate cuando estaba solo en la casa, encontré todos los juguetes y hasta una pequeña arpa que me habían regalado, aprovechaba a disfrutar un rato de ello mientras estaba solo, pero también descubrí donde Esperandia guardaba un buen número de monedas de plata ya casi extintas en la época y hasta unas morocotas, poco a poco las iba agarrando y compre con ellas un álbum  y bastantes barajitas, creo que esa fue mi primera experiencia como ladrón porque a pesar de que me había robado las limosnas de la iglesia y los alimentos del comedor este nuevo estilo me exigía mucho mas de mi inteligencia, a menudo nos visitaba un diputado  que era familia de Esperandia llamado Jesús Rodríguez, yo esperaba a medianoche, me levantaba y me dirigía a la habitación donde dormía, y buscaba entre los bolsillos de su pantalón y sacaba diez o veinte bolívares que era bastante para gastar ya que con una moneda de a medio me alcanzaba para comprar una catalina o un golfeado y un refresco imagínense Uds. veinte bolívares, pero un día la ambición me gano y saque 200 bolívares, en la mañana se prendió ese peo cuando el diputado le notificó a mi madrastra del robo y para más ñapa mi padre estaba en la casa, ya yo me había levantado y estaba en mis labores cuando me llamaron, por supuesto lo negué hasta el final a pesar de que encontraron los dos billetes de a cien debajo de mi cama, la pela fue bestial y fue el mismo diputado el que me salvo de no ser maltratado mas, pero los castigos se intensificaron cada día, un día que estaba solo con la Sra. que cuidaba a mis hermanos, me encerré en el patio con los animales y solté al cunaguaro que le mato los gallos de pelea a mi padre, abrí toda las jaulas de los pájaros y los solté a todos, mate a los dos pericos que no quisieron volar, cuando llegaron, mi padre y Esperandia no quise salir, Esperandia se metió al patio con el mandador en la mano y el venado macho la embistió tratando de defenderme…la aporreo bastante, mi padre tomo la escopeta y mato al venado, en mi rabia le grite que ojala se muriera, que los odiaba y que algún día los iba a matar a los dos, de verdad me dolió la muerte de aquel venado pues era yo quien lo había criado dándole biberón desde pequeño cuando mi padre se lo arrebato a su madre, se llamaba beybe y la hembra se llamaba tabata.

     El tema de mi comportamiento paso a ser el tema de discusión entre Esperandia y mi padre, creo que ambos deseaban que yo no viviera con ellos, seguía yendo a la iglesia pero un día el cura…un maldito pedófilo me agarro el trasero mientras limpiaba la estatua de Jesús de Nazaret y trato de meterme a la fuerza en su cuarto, yo logre zafarme y escape corriendo hacia la casa, llegue casi sin aliento y le conté a Esperandia lo que estaba pasando, ella se volvió como loca y dándome dos sonoras cachetadas, me arrodillo en un rincón y mojo un mecate en agua de sal y me propino una paliza como nunca antes me habían dado a la vez que me decía que “al señor cura no se le levantan calumnias”, luego me llevo a la iglesia y presentándome ante aquel depravado, le conto lo que yo le había dicho, por supuesto que él lo negó y le recomendó que me dejara el resto del día  con él y que fuera haciendo los arreglos para meterme en un seminario lo cual no es otra cosa que una escuela de curas. Me quede con aquel pervertido pero ya no trato de abusar de mí, sino que comenzó a torturarme dándome con una regla de madera en las palmas de las manos hasta veinte veces seguidas hasta hacérmelas sangrar, luego me mando a la casa con la orden de que al día siguiente volviera a la sacristía a mis labores de monaguillo, cuando llego mi padre yo trate de contarle lo sucedido pero ese hombre no escuchaba sino a su mujer y a lo único que se opuso fue la idea de enviarme al seminario, del resto no le importo nada de lo que había sucedido.

         De allí en adelante fue como si mil demonios entraran en mi cuerpo, yo conocía la hora en que aquel cura dormía la siesta, a esa hora me colaba en la catedral y me cagaba en el confesionario, tumbaba los santos, me robaba las limosnas y ofrendas, cuando el cura daba la misa decía       “hermanos hay un demonio que está cometiendo sacrilegios en nuestra iglesia", en ese momento yo hacía sonar la campanita y recibía un pisotón de parte del cura pues debía hacerla sonar solo cuando se fuera a repartir la eucaristía u ostia, estuve a punto de quemar vivo al cura a quien encontré un mediodía dormitando la siesta, le prendí fuego a la sotana y el muy desgraciado salió corriendo pidiendo auxilio…en aquel momento como la catedral estaba muy cerca de la estación de policía, me agarraron y como ya habían denunciado los actos vandálicos, me estaban “cazando”, bueno en la policía yo conté todo y el porqué de mi comportamiento, pero igual le creyeron más a mi madrasta que defendía al cura y a lo que este decía pero como solo era un niño me mandaron para la casa, demás está decirle que el cura no quiso que yo volviera a la iglesia jamás y yo tampoco quería volver.

      Los maltratos por parte de Esperandía se intensificaron aún más desde ese momento y ya no solo era en la casa, era en la calle, en la escuela, en fin donde a ella le pegara la gana de maltratarme allí lo hacía y creo que se volvió hasta morbosa referente al maltrato pues me llevaba donde el dentista y me mandaba a sacar las muelas sin ningún tipo de anestesia…ahh pero los demonios trabajaban en mí y ya era un niño insoportable, creo que hasta las maestras y el director me temían pues no había un día que no hiciera de las mías en la escuela, me metía en el comedor y regaba toda la comida y cuando Esperandia me maltrataba nadie se atrevía a burlarse, las madres apartaban a sus niños lejos de mí y ninguna maestra me quería en su salón de clases.

      Un día saliendo de la escuela encontré al cura que iba pasando la plaza y le rompí la cabeza de una pedrada y quedo desmayado en el medio de la plaza, aquello fue la noticia del año en aquel pueblo, las viejas que iban a la iglesia me miraban como gallina que mira sal, los niños corrían al verme y las personas trataban de no cruzarse en mi camino. En todo el pueblo y los caseríos cercanos y creo que hasta en  san Fernando de apure solo se escuchaba …” el hijo del musió Vicente casi mata al padrecito de una pedrada” sin saber, o yo diría sin querer reconocer que aquel depravado le gustaba tocar a los niños, La policía de nuevo me había llamado la atención y las personas  se apartaban de mi camino,  no valían las pelas de Esperandia y los golpes de mi padre, cada día era peor que el anterior, no respetaba a nadie, un señor de descendencia árabe que era zapatero y le apodaban “majarete” quiso llevarme un día a mi casa jalándome las orejas y se arrepintió pues la lluvia de piedras que le lance lo hizo correr bien duro, con esto mi fama se extendía por toda la región y hasta se llegó a decir que un demonio había tomado mi cuerpo, pero para mí no era un demonio sino mil demonios que habitaban en mí  y eso lo habían formado los maltratos sufridos en mis escasos años de vivencia, solo me calmaba cuando iba a rio, era como un relax ,me sentaba por horas en la orilla viendo comer a las babas ( una especie de caimán o cocodrilo de los llanos), muchas veces les lanzaba los desperdicios de las cacerías de mi padre y mientras comían les robaba los huevos que para mí eran una delicia, hasta que un día estaba desenterrando unos huevos y cuando por un momento voltee para el rio vi una burbuja de aire salir del agua, me pare rápidamente y muy a tiempo ya que la baba salió disparada del agua y comenzó a perseguirme, nunca pensé que esos animales pudiesen correr tan rápido, me monte en un árbol y la baba se plantó al pie del mismo y hasta que no le lance los huevos que había metido en una bolsita de tela que llevaba siempre conmigo no se fue, ella tomo los seis huevos suavemente entre sus fauces y se los llevo hacia el nido.

        El rio para mí era algo mágico, y a pesar de que la tardanza en el me hacía merecedor de castigos y más cuando mi padre me iba a buscar porque me agarraba la noche, yo no dejaba de pasar horas y horas en sus riberas, pero como todo tiene un principio y un fin, tenía que acercarse el fin de mi estadía en mi lugar paradisiaco yo cortaba el pasto para los venados y los metía en un saco junto al machete, siempre traía mi saco al hombro y un día en que decidí llegar temprano a la casa, no por temor sino que mi padre había llegado de la cacería y me gustaba ver como como desollaba a los venados o báquiros, me gustaba sentir la sangre caliente en mis manos y ver sus entrañas cuando las extraían con el cuchillo, pareciera algo enfermo pero me gustaba y gracias a Dios nunca desarrolle pensamientos morbosos hacia las personas, bueno ese día cuando me dirigía a la casa por obligación debía pasar frente a un rancho que estaba construido cerca del rio y donde vivía un viejo cascarrabias, él vivía solo y su única compañía era un perro de regular tamaño que siempre me ladraba cuando yo pasaba, pero ese día el perro se salió y me propino una enorme mordida en mi talón haciéndome dos grandes heridas que sangraban abundantemente, me fui corriendo lo más rápido posible a la casa en busca de ayuda, de verdad estaba muy asustado, mi padre ya había llegado y estaba con unos amigos que lo acompañaron en la cacería, cuando me vio herido en vez de auxiliarme agarro una silla de madera y comenzó a golpearme, sus amigos intervinieron y lograron rescatarme de aquel energúmeno que Dios me había dado por padre, mi madrasta un poco enojada me llevo a la sanidad donde me atendieron, me colocaron siete inyecciones en la barriga para prevenir el mal de la rabia, no me saturaron por cuestiones de bacterias y otras vainas que yo no podía entender, bueno me mandaron para la casa, cuando llegue mi padre ya estaba viendo televisión y ni siquiera se inmuto o se interesó en verme, los siguientes días fueron de tormento pues igual tenía que hacer mis labores aunque me doliera la herida pero no iba a la escuela lo que me daba tiempo de recuperarme, ya un poco recuperado aproveche un día en que mi padre estaba viajando, Esperandia estaba en la escuela y la yaya ( así llamábamos a la Sra. que cuidaba de mis dos hermanos), también había salido a pasear a mis hermanos para la plaza, me metí en el cuarto y tome una de las escopetas de dos cañones  de mi padre, la cargue con dos cartuchos de ploma grueso   ( lo que se utilizaban para matar venado) la metí en un saco y me fui para el rio, llegue al rancho del viejo y el perro salió de nuevo a ladrarme, saque la escopeta y le di un tiro en la cabeza y lo mate en el acto, el viejo salió con un machete en la mano y descargue el segundo disparo en su humanidad con la suerte para el que solo le alcance en una rodilla volándole la parte inferior de pierna en seco y dejándolo mocho por el resto de sus días, corrí para la casa y a la media hora tenía la policía buscándome, me llevaron a la comisaria y una de las vecinas le aviso a Esperandia, luego avisaron a mi padre, pero como mi padre, Esperandia y mi abuelo celestino tenían influencia entre las autoridades del pueblo llegaron a un acuerdo de indemnizar al viejo y me dieron la libertad, solo contaba con Diez años ya próximo a cumplir los once. Desde ese día mi padre intensifico los maltrato pero Esperandia no me volvió a tocar, evitaba a toda costa quedarse sola conmigo y empezó a exigirle a mi padre que me llevara donde mi madre, que no me quería a su lado, a la casa habían llevado a una niña de doce años llamada dora para que ayudara en las labores del hogar a cambio de educación, pero mi padre le tenía el ojo puesto porque la niña era bien bonita, todas las cosas conspiraron en mi contra y en la semana santa de aquel año mi padre decidió llevarme con mi madre pero solo a pasar la semana santa

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