Mi llegada al retén de Tucupita

    Mi llegada al retén de menores fue todo un acontecimiento para mí, pues mi fama se había extendido como reguero de pólvora en aquel pequeño pueblo, mas sin embargo los maestros y el director me recibieron de buena manera, me leyeron las normas de aquella institución, me enseñaron sus instalaciones y me asignaron una cama en uno de los dormitorios, hasta allí todo iba bien y después de tan mala experiencia en aquel modulo policial y en la PTJ eso me era muy agradable, ya había pasado la hora del desayuno y todos los demás menores estaban en la cancha jugando en grupos diferentes juegos, yo me senté un poco retirado pues no conocía a nadie, pero pude observar las miradas y susurros acompañados de risas entre ellos pero la verdad que no les di importancia, también puede observar a un grupo que al parecer era el que lideraba a los demás y entre ellos destacaba un moreno alto con rastros indígena al que le apodaban “Diablo Rojo”, todo fluyo normal y llego la hora del almuerzo, pasamos al comedor donde debíamos orar, pasar por la ventana de la cocina a retirar las viandas con alimentos e ir a las mesas donde debíamos esperar la orden de sentarnos y comer,… todo seguía normal, después del almuerzo debíamos pasar a los dormitorios para una siesta obligada hasta las tres de la tarde, ahí fue donde cambio todo, llegue al dormitorio y ocupe mi lugar, a los diez minutos fui abordado por aquellos a los que había visto en la cancha, al principio fueron preguntas que de alguna manera me incomodaban, pero luego fueron empujones y palabras fuertes, yo me negaba a reaccionar, no por miedo sino que no quería causar problemas apenas a unas horas de mi llegada, pero la gota que derramo el vaso fue cuando uno apodado el portuguesito me dio una cachetada, me levante como impulsado por un rayo y lo golpee en la nariz, tan fuerte que casi se desmayó,  enseguida los demás empezaron a golpearme y yo a defenderme  y a pesar tener desventaja, me coloque de espalda a la pared y en esa posición logre aminorar la fuerza de aquel ataque, lo que ellos no sabían es que yo ya tenía “Calle” que sabía defenderme y que mi estadía en el nuevo circo y la selva me había hecho fuerte, claro me lleve unos cuantos golpes que dejaron  sus rastros en mi cara pero logre agarrar a uno al que apodaban “El quemado” y lo aprisione por el cuello con mis brazos de tal manera que casi acabo con su vida a pesar de la lluvia de golpes que recibía, lo salvo fue la oportuna intervención de los maestros que alertados por la bulla acudieron presurosos al dormitorio y lograron quitarme a aquel muchacho que ya tenía un color morado en su rostro a causa del ahogamiento.

No se me pregunto ni el motivo ni la razón de mi comportamiento, solo me sacaron del dormitorio, me colocaron de frente contra una pared, me dieron cinco palazos en las nalgas como castigo, me quitaron la ropa y me metieron en un calabozo llamado el tigrito donde permanecí una semana. Cuando salí, las actitudes de aquellos menores habían cambiado por completo, mandaron a uno de ellos como mediador y me invitaron a reunirme con ellos, invitación que rechace al momento pues no quería tener nada que ver con aquel grupo…siempre he sido muy rencoroso y me es muy difícil perdonar, así me mantuve alejado de todos pensando en lo que debía de hacer para resolver mi situación, durante una semana permanecí en un aislamiento voluntario  no hablaba con nadie, no jugaba a nada y solo me dedique a caminar en la cancha mientras los demás jóvenes hacían sus actividades deportivas, pero eso si observaba todo con una firme idea en mi cabeza, escapar, pero a donde no lo sabía pero era lo que pensaba, me di cuenta de que cuando nos sacaban a la cancha de futbol que quedaba a las afueras del recinto, no dejaban solos, no teníamos vigilancia por aproximadamente una hora que era lo que nos daban para recrearnos en aquel espacio que estaba ubicado al lado del retén y que conectaba a un monte muy inmenso,  ya luego era que pasaban lista para volver al recinto, debo destacar que durante aquella tres semanas no recibí ni en un solo momento la visita de mis familiares, solo mi tío Israel aquel que era contemporáneo conmigo, el mismo que me había levantado aquella calumnia en caracas y el mismo que había usurpado mi puesto en el restaurant, había ido a visitarme una dos veces pero creo que era con la intención de que yo mirara su moto nueva que había comprado gracias a lo que había ganado en el restaurant….una moto, no me jodan, a mí no me pagaban y encima tenía que manejar una bicicleta de reparto de a gratis, aunque en honor a la verdad a el le fue asignada  aquella bicicleta en su llegada o sea que hasta la bicleta había perdido.

Pero bueno el tema era que me había fijado en aquella fisura en cuanto a la vigilancia del retén, a la siguiente semana ya tenía todo calculado pero en la más absoluta reserva, el día martes que era el día en que nos tocaba salir a esa cancha, espere pacientemente  a que todos se concentraran en sus actividades y en ese momento hice como que iba a orinar a la orilla del monte, me escabullí y empecé a correr por aquel monte sin un rumbo fijo, solo guiado por mi instinto y de lo que podía haber visualizado en mis horas de observación, corrí con mucho ímpetu hasta que las fuerzas ya no me dieron más y entonces empecé a caminar, era muy difícil, tenía que sortear lagunas y no tenía una visión hacia donde iba, y así me agarro la tarde, caminando en aquel monte, sin un rumbo fijo, ya en el retén deberían de estar buscándome, empezó a caer la noche, la oscuridad amenazaba con envolverlo todo, cuando por fin vi un rancho a lo lejos, mis ropas estaban verdaderamente asquerosas y yo parecía más bien un espanto , me acerque a aquel rancho y no veía gente, pero había unas ropas colgadas en el patio, también podía ver algunos pipotes y una gallinas que se disponían a encaramarse sobre unos árboles de merey, para dormir, espere pacientemente a que la oscuridad fuera total, no se veía ninguna luz en aquel rancho por lo que deduje que no se encontraba nadie allí en aquel momento, me acerque con sigilo y tome unas prendas de la cuerda y me cambie de ropa, luego salí  hacia un camino que estaba cerca y pude distinguir algunas huellas de pisadas y en ese sentido empecé a caminar, pase cerca de lo que parecía una iglesia evangélica, algunas personas aún no habían entrado al culto   y se me quedaron mirando de forma extraña, mas no les hice caso y seguí caminando , siguiendo mi instinto, llegue a un caserío y todavía había algunas personas reunidas esporádicamente en algunas esquinas, muchachas y jóvenes sentados en las aceras platicando quien sabe de qué, seguí mi caminar hasta que vi a una señora sentada en la puerta de una casa, me acerque y le pregunte hacia donde me quedaba el pueblo, ella me señalo el camino y me dijo, “hacia allá  muchacho; pero aun te queda un trecho muy largo “, de donde eres? Me pregunto y yo le conteste, soy de Tucupita y vine con unos amigos que me dejaron botado, ella me dijo, “ mira si quieres puedes pasar la noche aquí y mañana temprano sigues tu camino” como podía rechazar aquella invitación si estaba extremadamente exhausto, mis piernas no daban para más y el hambre y la sed hacían mella en mi debilitado cuerpo, por supuesto acepte, me paso al interior de su humilde casa, me preparo una arepa y un poco de café y luego me acomodo en una pequeña cama…quede rendido casi al momento después de agradecer su hospitalidad. Ya estaba casi amaneciendo cuando sentí que me despertaban bruscamente, era la policía, resulta que al pasar por la iglesia evangélica, los dueños de aquella ropa que había robado me habían visto y reconocido sus prendas, dieron aviso a la policía y preguntando llegaron hasta donde estaba yo, la señora me observaba con una mirada de compasión mientras era esposado y montado en una patrulla para ser llevado al pueblo, me llevaron a la PTJ y allí estuve por una semana por supuesto con su ración  diaria de paliza incluida y pasando mas hambre que raton de ferretería, pasado ese tiempo me presentaron ante el juez  que llevaba mi caso y se decidió  mi traslado al retén de menores en  la ciudad Maturín.

 

Comentarios

  1. Tu relato golpea el alma.
    No es solo una historia de un joven que llega a un retén de menores, es el testimonio crudo de una infancia robada, de una soledad cargada de heridas y de una valentía que nace de la necesidad de sobrevivir.
    Las imágenes que pintas —el comedor reglamentado, las miradas desconfiadas, el apodo “Diablo Rojo”, los golpes, el calabozo llamado “el tigrito”— no son solo escenarios, son cicatrices que hablan por sí solas.

    Y aun así, en medio de tanta oscuridad, hay una llama que no se apaga: la determinación. Escapar no era solo huir del encierro, era resistirse a aceptar un destino impuesto, era gritarle al mundo que tú no eras un número ni un caso perdido. Cada paso en el monte, cada trago de sed, cada decisión tomada con el estómago vacío y la mente despierta, es una muestra de esa inteligencia intuitiva que solo nace del dolor.

    Pero también está el contraste: la bondad inesperada de una mujer sencilla que te dió una arepa y café y una cama; la humanidad que aún existe en los rincones más humildes.
    No es solo una historia de injusticia, es también una historia de dignidad, de instinto y de búsqueda. Porque aunque te hayan atrapado de nuevo, lo que queda claro es que tu espíritu nunca ha sido capturado.

    Gracias por compartir tu verdad sin filtros. Lo que has vivido, y lo que tan valientemente decides escribir.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog