Reten de menores la pastora

 

Después de ser capturado en Guarenas, me llevaron a un comando llamado “Bienvenido” jajajajaja, nombre tan irónico, pero la verdad es que no fui maltratado, al contrario, me facilitaron una camita para que durmiera y me dieron algo de comida, ¿suerte? Quizás si o quizás no, pero la verdad es que me trataron bien, solo me preguntaron donde vivía, a lo que les conteste que en la calle porque mi madre había muerto, y esto no era mentira, mi madre, mis tíos y todo lo que podía llamarse familia estaban muertos en mi corazón en aquellos momentos, me dejaron dormir y al otro día me trasladaron al retén de la pastora en Caracas.

Este reten estaba justo al lado del cuartel San Carlos que no era otra cosa que una cárcel política donde el gobierno mantenía encarcelados a todo aquel que estuviera en su contra o se llamase “socialista”, el reten  era una edificación de dos pisos no muy grande, a la entrada una cancha con sus gradas y rodeada de una tela metálica que permitía ver la calle, luego un portón que permitía el acceso a su interior , un salón de mediano tamaño que era el comedor, una escalera hacia el piso superior, una oficina, dos dormitorios y un pequeño salón con un viejo televisor y una pequeña ventana de hierro que permitía ver hacia el patio del cuartel, eso era todo, fui presentado al director, a los maestros e incorporado al resto de los menores, estos muchachos estaban allí por delitos menores o porque como yo “no tenían familia” ninguno se metió conmigo y eso si me pareció extraño ya que estaba acostumbrado a ganarme mío respeto a pulso a donde quiera que había estado detenido, pero aquí fue diferente todos estaban relativamente tranquilos y se podría decir que se veían hasta cómodos con su situación, por mi parte solo me había bastado una pequeña ojeada para ver que una fuga era muy difícil, creo que una poco más que de San juan, por lo reducido del espacio, la única forma que veía era las tela metálica de la cancha, pero decidí descansar la mente por un pequeño lapso de tiempo y estudiar más aquel recinto.

La rutina era un poco tediosa, un baño a las seis de la mañana, arreglo de dormitorios, Barrido y trapeado de los pisos, aseo de los baños, desayuno, salida a la cancha, almuerzo, reposo en los dormitorios, ratos de ocio ( ver televisor, jugar algún juego, como ajedrez o dama) merienda, mas rato de ocio, cena y  dormitorio, esa era la rutina del retén de la pastora, dos semanas después de mi ingreso se me ocurrió una idea de fuga, se trataba de armar un motín a la hora del desayuno cuando estuviéramos en el comedor, el plan era que al llegar al comedor y recibir la orden de sentarnos yo me quedaría de pie y cuando el maestro me repitiera la orden de sentarme yo tomaría una de las sillas y se la lanzaría al maestro, esta era la señal para que todos se levantaran y tomáramos las instalaciones amarráramos a los maestros, hacernos de las llaves y ganar la puerta principal, pero para este plan necesitaba aliados y empecé a buscarlos, hable con cinco menores que eran los que veía más serios, les plantee mi plan y todos estuvieron de acuerdo, estos menores hablaron con otros más y en dos días casi todos sabían del plan de fuga y aparentemente se sumaba a él, yo estaba seguro que no podía fallar y le puse fecha y firma, una semana después llego el día esperado, todo parecía estar listo, esa mañana empezamos la rutina diaria, cuando llegamos al comedor, actuamos según el plan, se nos dio la orden de sentarnos y yo me quede de pie, el maestro repitió la orden y yo le lance la silla, pero sucedió lo que jamás me podía imaginar, todos se quedaron sentados en su sitio y en su lugar entraron varios maestros con unos bates de madera en sus manos y me propinaron una paliza que me dejo escupiendo la sangre, los batazos iban y venían alcanzando todas las partes de mi cuerpo, mis piernas quedaron desmayadas, mis brazos casi dislocados, mi cabeza llena de chichones y todo mi cuerpo era un solo hematoma, los menores me habían traicionado, habían delatado mi plan de fuga a los maestros y estos se prepararon “para dar el ejemplo”, fui arrastrado en medio de golpes e insultos hasta un calabozo, desnudado y rociado con agua fría y allí permanecí una semana sin agua ni comida y mucho menos atención médica, pero sobreviví, me recupere, no pudieron quebrantarme, luego de esas dos semanas me dieron de comer y algo de agua, me sacaron de la celda y me llevaron ante el director, este me observaba con una mirada inquisidora como queriendo penetrar mi alma, me pregunto el porque de mi comportamiento y solo le respondí “ por mi libertad”, no me pregunto nada más me mando a que me bañara y me reintegrara al resto de los menores, llegue al dormitorio sin decir nada, me había dispuesto a no hablar con nadie más, sentía sus miradas, escuchaba sus murmullos pero no me inmute, no los vi, no los escuche, fui al comedor, desayune y luego a la cancha, observe a las personas caminar libremente por la calle, los autos sonar sus cornetas y  vi aves en ese cielo azul que me decía que algún seria libre y que todo cambiaria, vino el almuerzo, todo igual, silencio, miradas esquivas y alguna sonrisa maliciosa, rato de ocio, pensamientos confusos en mi mente, preguntas sin respuestas, merienda, cena …dormitorio, allí cambio la cosa, cuando llegue al dormitorio se me acerco un  menor, creo que fue mandado por alguno de los maestros a tratar de someterme pues me dijo “ tú te las de arrecho verdad” querías meternos a todos en tu problema y mírate ahora ni hablas, donde está tu valor ahora, pero sabes la vas a pasar muy mal y de eso me voy a encargar yo, lo mire a los ojos, me levante pausadamente  de la cama y antes de que pudiera reaccionar le propine una golpiza que casi lo mato, la verdad era un bocón no sabía ni defenderse, llegaron los maestros atraídos por la bulla y de nuevo me dieron otra paliza y me encerraron en la celda de castigo solo había durado unas diez horas fuera de ella, otra semana más aunque esta vez sí fui alimentado, cuando me sacaron de nuevo nadie se me acercaba, ni siquiera me miraban, había pasado un mes en aquel reten, me convertí en un solitario no quería hablar con nadie y mi mete era una maquina pensante, me di cuenta de una detalle que había obviado, en el espacio donde estaba el televisor y donde pasábamos los ratos de ocio había una leve pero potencial brecha para una fuga, la pequeña venta de hierro, si esa misma ventana que me servía para dejar escapar mi imaginación y que la hice mis durante aquellos ratos en que estábamos en aquel espacio, resulta que había un pequeño recodo que impedía al maestro tener una vista de aquella ventana, en la semana que tenia de hacer de aquella ventana mi lugar favorito pude ver que había una pequeña  pestaña de concreto al otro lado que podía permitir caminar hasta la cancha, claro había la posibilidad también de caer al patio de cuartel san Carlos, pero todo tiene un riesgo y es nuestra decisión si lo tomamos o no, ahora tenía que pensar un cómo sacar aquella ventana, yo siempre solo me asomaba por ella pero ahora debía estudiarla para ver su lado débil…y lo encontré, el retén era una edificación vieja, algunas de sus paredes habían sufrido deterioro a través de los años y el clima y esta ventana no había escapado a ello, viéndola bien vi que sus bases estaban debilitadas a tal punto que ejerciendo fuerza sobre ella podía desprenderse y esto no lo había notado nadie o por lo menos nadie lo había intentado, así que me dispuse ser el primero, una semana más tanteando disimuladamente, haciendo un poco de presión hicieron el milagro sus bases empezaron a moverse y ya aquella ventana estaba vulnerable, decidí que al día siguiente intentaría mi fuga, llego la hora y como ya era habitual que yo tomara aquella ventana en mis ratos de ocio nadie se dio cuenta de mis intenciones , de un brinco subí a la ventana y con mis pierna ejercí la fuerza que faltaba, la ventana cayo al vacío, todos voltearon a verme al escuchar el ruido, el maestro corrió a la ventana pero ya yo había ganado la pestaña , uno de los guardias del cuartel atraído también por el ruido de la ventana al caer me apunto con su arma y me conmino a regresar y entregarme, pero yo estaba decidido corrí por la pestaña y alcance la cancha, subí la tela metálica y corone la calle, corrí hacia el puente del guanábano y allí baje y me interne en ese barrio, había logrado la fuga y ahora tenía que pensar a donde ir.

Comentarios

  1. cierro los ojos y te veo ahí, parado frente a esa ventana que para cualquiera era solo parte de un muro viejo… pero para ti era la puerta hacia algo más grande. Esa pequeña pestaña de concreto al otro lado parecía insignificante, pero en tu mente ya era el camino que te llevaría hasta la cancha y, quién sabe, más allá. Claro, sabías que también estaba la posibilidad de caer directo al patio del cuartel San Carlos, con todo lo que eso significaba. Pero cuando uno decide arriesgarlo todo, el miedo no pesa más que la decisión.

    Te imagino analizando esa ventana día tras día, como un cazador estudiando a su presa. No era la primera vez que te asomabas, pero sí la primera que la mirabas con ojos de fuga. Descubriste lo que nadie había visto, o lo que nadie se había atrevido a intentar: sus bases estaban débiles, mordidas por los años y el clima. Con un poco de fuerza en el punto justo, podía ceder.

    Pasaste una semana entera tanteando, probando sin levantar sospechas. Un empujón aquí, otro allá… hasta que sentiste ese pequeño movimiento que lo decía todo: la ventana estaba a un paso de rendirse. Esa noche, seguramente, dormiste con la decisión tomada: mañana sería el día.

    Y llegó. Como siempre, te acercaste a la ventana en tu “rato libre” para que nadie sospechara. Un salto, las manos firmes, las piernas listas. Empujaste con toda la fuerza que te quedaba y, de pronto, el sonido: un golpe seco al caer la ventana al vacío. Todos voltearon. El maestro corrió, pero ya estabas en la pestaña.

    El guardia del cuartel apareció, el arma apuntándote, la voz dura exigiendo que volvieras. Pero ese instante no era suyo, era tuyo. Corriste por la pestaña como si cada paso borrara un día de encierro. Llegaste a la cancha, trepaste la tela metálica, y de un impulso estabas en la calle.

    La ciudad te recibía con ruido y aire nuevo. Corriste hasta el puente del Guanábano, bajaste sin detenerte, y te metiste en el barrio, como quien se sumerge en un laberinto que lo protege. No miraste atrás. Habías roto la jaula. Ese momento, esa fuga, era la prueba de que tu paciencia, tu astucia y tu coraje podían más que cualquier muro.

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