Una nueva familia
La verdad es que nunca pensé que aquella casa a donde fui
invitado tuviera las condiciones de una familia, más bien pensé en un rancho
solitario donde podía vivir aquel personaje llamado lencho que variaba entre la
cordura y el desvarió pero que para mí se convirtió en un ángel más enviado del
cielo en el momento preciso cuando más necesitaba ayuda, la casa era grande,
ubicada en la calle principal de las delicias, fachada roja con puerta y rejas
negras, su interior era espacioso con seis cuartos, una sala, un patio donde
estaba ubicada la cocina y al lado de esta un fogón, al fondo un excusado
artesanal pues aun no llegaba la empotracion de aguas servidas a esta zona,
algunas gallinas rondaban aun en el patio, un par de perros mierderos pero
fieles hacían de guardianes en aquel hogar, pero lo más hermoso que tenía esta
casa era la familia que allí habitaba, la vieja Segunda López a quien de ahora en adelante me referiré como mamà segunda era la matriarca,
Esmeralda y la morocha eran las hijas de está así como lencho, el morocho y
Chiquito, todos Vivían allí cada quien tenía su cuarto, Esmeralda era la hija
más bonita y aplicada, ayudaba a Segunda en los negocios pues esta era
vendedora de mercancía que traía de la isla de margarita, la morocha era un
poco retraída y ayudaba en las labores del hogar y los tres varones como dije
anteriormente trabajaban de limpiabotas en la plaza Bolívar, pero lo que más me
sorprendió fue la forma en que fui recibido, sin reproches, sin muchas
preguntas y con una arepa y pescado frito, me acomodaron una colchoneta en el
cuarto de lencho y yo me sentía muy a gusto, llegaron los otros dos hombres de
la casa y todo era armonía, era una familia, con sus problemas por supuesto
pero una familia unida en las buenas y en las malas, había otra hija llamada
Priscila, pero esta había hecho vida
aparte en el mismo barrio, yo decidí contarle toda la verdad a esta familia
puesto que me habían abierto las puertas de su casa sin apenas conocerme y no
quería engañarlos con historias falsas, su reacción fue todo amor, las mujeres me
abrazaron y los hombres extendieron sus manos en señal de amistad y así pase mi
primera noche en aquel mi nuevo hogar. Cuando amaneció el canto de un gallo me
despertó, sentí ese rico olor a café recién colado , me levanté y allí estaba mamà Segunda en el fogón colando ese café, Esmeralda montaba las arepas y
la morocha preparaba un pescado para freír, todos estaban levantados ya los
hombres sentados hablando de sus día a día, me dio hasta pena ser el último en
levantarme, mamà Segunda al ver que yo no había llevado nada para asearme se metió
en su cuarto y sacó todos los juguetes, cepillo dental, paño nuevo, un
interior, una franela, un par de medias, un pantalón y hasta unos zapatos, aquella vieja ( y le
digo así con mucho cariño) vendía de todo, eso sí me dijo, nada es gratis todo
debes de pagarlo cuando consigas lo que acepte de muy buena gana, me metí al
baño a echarme una buena ducha y me puse a cantar “ la viuda millonaria” que en
esa época estaba de moda, esta canción le gustó mucho a mamà Segunda y en lo
sucesivo me pedía que la cantara y yo encantado, bueno eso fue mi primer día
con esta familia que luego supe que los tres varones habían sido muy malas
conductas, que tenían un amplio prontuario policial pero que ya hacía mucho
tiempo que habían cambiado y ahora se ganaban la vida de manera honrada.
Ya a eso de las siete de la mañana los hermanos se
alistaban a salir a trabajar y por supuesto me llevaron con ellos, llegamos a
la plaza bolívar y le demostré que también conocía aquel oficio y entonces acordaron darme los
materiales para que yo tuviera mi propia
caja de limpiar, entre los tres me compraron los utensilios y morocho me dijo
que él tenía una caja que ya no usaba en la casa y que me la daría, lencho me
consiguió una silla y entre los tres me hicieron un puesto en aquella plaza aun
en contra de los demás limpiabotas, pasamos el día trabajando y mire que salía
trabajo, la gente concurría mucho allí y
cada quien tenía su lista de clientes, muchas veces los zapatos venían por
lotes y allí entraba yo de ayudante y a ganarme mi comisión, el día finalizó y
yo tenía , treinta bolívares en el bolsillo, fuimos a comprar comida y un litro
de ron y aunque los hermanos no querían aceptar mi aporte de diez bolívares yo
insistí porque quería ser productivo y no mantenido, además ellos me habían enseñado
una forma de sobrevivir, me habían dado alojo y lo menos que yo podía hacer era
colaborar en algo, llegamos a la casa muy contentos, le di los veinte bolívares
restantes a mamà Segunda como abono de la deuda pero esta me devolvió diez y me
dijo, "nunca gastes todo lo que ganas, siempre guarda algo", consejo muy sabio
pero que nunca supe llevar, pues siempre he gastado todo cuanto cae en mis
manos y así paso una semana, estábamos en el mes de noviembre y ya pronto sería
navidad y en el venidero año cumpliría mi mayoría de edad.
Pasada esa semana, estaba limpiando un par de calzados y
de pronto me agarró la policía, uno de los maestros había pasado por la plaza y
me reconoció, enseguida me llevaron de nuevo al retén donde me dieron mi ración
de palos, una semana en el tigrito y de nuevo con los menores, todos me
guardaban respeto, mis compañeros ya me habían hecho espacio y comentaban
conmigo hasta de manera jocosa como me había logrado fugar, al otro día recibí
una visita, si una visita yo que en mi andar por los retenes anteriores solo
una vez en el retén de Tucupita puede ver a mi tío Israel, ahora tenía una
visita, aquello me pareció muy extraño pero al salir allí estaban ellos,
Esmeralda, mamà Segunda y lencho, cargados con comidas, cigarrillos y otras cosas,
el corazón se me puso chiquitico, las lágrimas contenidas amenazaban con salir,
allí estaba mi familia que así como mis hermanos wuaraos me brindaban
solidaridad y afecto de manera totalmente desinteresada, lo agradecí en el
alma, lencho me dijo unas palabras que me hicieron quererlo aún más, ellos
acostumbrados a los apodos me habían apodado el “caraqueñito”, él me dijo lo
siguiente te vamos a venir a rescatar esta noche, tenían pensado llegar al
retén y someter a todos y sacarme de allí a la fuerza pero yo lejos de
entusiasmarme le dije que no, que de esa manera no ya que los iba a perjudicar
a todos que me diera una semana para yo planear una fuga y en la próxima visita
les daría las instrucciones si acaso no
lograba fugarme antes pero que por favor no inventarán nada más, mamà Segunda me
abrazó y me dejo aquellos diez bolívares que le había dado, igual hizo
Esmeralda y lencho y se marcharon, pase a el dormitorio y compartí con mis
compañeros aquel “Botín” que me había llegado y hasta a los maestros les regale
unas galletas, esa semana me porté tan bien que yo mismo estaba sorprendido,
pero durante las noches ya había cavilado la fuga, el dormitorio tenía unos
bloques de ventilación que daban al
patio exterior y por allí me fugaría, les comunique el plan a mis compañeros,
conseguimos sacar de las camas unos alambres de los jergones y con ellos
empezamos a roer los extremos de los bloques de ventilación pero los maestros
se dieron cuenta y como no sabían quiénes eran los responsables ( aunque lo
sospechaban) y no podían castigarlos a todos optaron solo por sellar ese bloque
y sacar todos los jergones sustituyéndolos por tablas, pero por ahí seria la
fuga, esta vez me calle mi próximo plan, llego el día de visita, esta vez vino
la morocha, lencho y chiquito pero igual mamà Segunda me había mandado mis
cigarros y ahí le explique a lencho cual era mi plan, tenían que saltar o
cortar la cerca del frente, inutilizar los candados con palillos de fósforos
para que no se pudieran abrir, traer una mandarria y romper dos o tres bloques
de ventilación y por supuesto contar con un carro para la fuga yo por mi parte
inutilizaría las cerraduras de la puerta del dormitorio para ganar tiempo, todo
debía hacerse dentro de dos días a las diez de la noche y así quedo el plan
trazado, nunca les conté nada a mis compañeros, los dos días pasaron de manera
normal, solo a las nueve de la noche del día pautado fue que le dije a mis
compañeros sobre la fuga, todos me miraron sorprendidos pero de acuerdo, el
portuguesito se ofreció para inutilizar las cerraduras del dormitorio y lo hizo
en buen tiempo, a las diez en punto cuando muchos estaban distraídos y otros
durmiendo se oyeron aquellos golpes que rompieron los bloques, en seguida salí
de primero y ya lencho estaba esperándome, corrimos hacia la cerca y pasamos
por el boquete que había abierto lo demás fue muy fácil, abordamos el carro
rumbo a las delicias, llegamos a las casa y festejamos con una botella de ron y
algunos cigarrillos de marihuana, todos me abrazaban mientras la vieja segunda
me pedía que le cantara , “la viuda millonaria.” Y así después de celebrar nos
dispusimos a descansar.
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